¡Buenas noches, familia y amigos!
Ayer (que es hoy para vosotros), pasamos un día tan intenso de trabajo que parecía que la boda no existía. Ni flores, ni seating plan, ni vestidos. Nada. Sergio y yo nos sumergimos de lleno en nuestras tareas pendientes, como si quisiéramos despejar todo el terreno antes de que las últimas semanas de preparativos nos arrasen como un huracán.
Cuando la vida laboral gana terreno
Ambos sabíamos que este día iba a llegar. Desde que decidimos organizar la boda en apenas dos meses, teníamos claro que habría momentos en los que la vida diaria se colaría sin avisar. Y aunque no lo digo con queja, reconozco que ayer casi olvidé que en diez días estaremos diciendo «sí, quiero» delante de todos vosotros.
Sergio, fiel a su estilo, se encerró en su rincón técnico, con mil pantallas y gráficos por todas partes. Yo, por mi parte, intenté organizarme, pero la cantidad de proyectos que tenía pendientes era como una avalancha. Terminamos sentados a escasos metros el uno del otro, rodeados de cables, tazas de café (algunas ya frías) y post-its que parecían multiplicarse solos.
Una visita que nos devolvió a la realidad
En medio del caos, recibimos una visita planificada: unos familiares vinieron a casa para charlar un rato. Y, como era inevitable, la conversación derivó en la boda. Fue un momento bonito, aunque también breve. Nos hicieron preguntas sobre la ceremonia, los invitados, y el vestido (que ya está en casa, pero escondido estratégicamente). Por unos instantes, volvimos a conectar con la emoción de todo lo que estamos preparando.
Sin embargo, tan pronto como se despidieron, Sergio y yo nos miramos, soltamos un suspiro sincronizado y… volvimos a nuestras respectivas oficinas (que, por desgracia, están a solo unos pasos del dormitorio). No hubo tiempo para más, porque las tareas no perdonan, ni siquiera a dos futuros novios que intentan organizarlo todo sin volverse locos.
Encontrando el equilibrio
A veces siento que estamos viviendo una especie de doble vida: una mitad de nosotros está en modo «pareja de boda navideña», cuidando cada detalle; y la otra mitad está en modo «supervivencia profesional», intentando que todo esté listo antes del gran día. Pero supongo que eso también forma parte de la experiencia, ¿no? Encontrar un equilibrio entre el día a día y el sueño que estamos construyendo juntos.
Lo que aprendimos ayer
Aunque ayer no fue el día más «bodesco» de todos, creo que aprendimos algo importante: está bien parar un momento, incluso cuando el reloj parece ir en nuestra contra. La visita de nuestra familia fue ese recordatorio necesario de que, al final, lo que realmente importa no son los checklists ni los post-its, sino las personas que van a estar con nosotros ese día, celebrando nuestra historia.
Y con esto, os dejamos por hoy. Prometemos que mañana habrá un poco más de «modo boda» en nuestras vidas. De momento, volvemos al trabajo, pero ya falta menos para que podamos poner todo esto en pausa y disfrutar al 100% de lo que hemos creado juntos.
Un abrazo cansado pero lleno de ilusión,
Lucía y Sergio 😊