Mi lotería es poder recordar todos esos momentos

¡Buenos días!

Vaya noche he pasado… Me tenía que tomar la propalgina a las cinco de la mañana, pero como no quería salir al coche por el frío, hasta las 7:30 no recordé que tenía en casa y pude tomarla. Ya me estaba arrastrando, literalmente.

Hoy siento y necesito (como cada 14 de septiembre y cada 22 de diciembre) recordar a Mamen, mi bisa.

¿Cuántos años llegaba a Baza el 22 o el 23 de diciembre para ir a casa de Mamen a decorar la casa para la cena de Nochebuena? Hay cosas que olvidamos, pero si algo tengo claro es que los sentidos y las emociones son capaces de llevarte a recuerdos de momentos y personas. Tocar ese timbre tan característico, casi con la misma armonía de su voz, implicaba muchas cosas para mí.

En Navidad, que es la época que corresponde ahora, tocar ese timbre significaba que Mamen abriese la puerta con una sonrisa, te diera un abrazo y te dejara pasar, ya fuera para perseguirla a la cocina o para quedarte en el salón viendo la lotería. Eso sí, la tele estaba «a toda hostia», porque había que escucharla desde la cocina.

El olor de su casa era siempre el de comida rica, típico de la cocina de Mamen, sobre todo sopa de mayonesa. Si ibas a la cocina, la veías enrollando lo que luego serían rollitos de salmón. Si te quedabas en el salón, aprovechabas para sentarte en el sillón izquierdo, el de la matriarca, mientras ella aparecía por la puerta con una caja de Doblas y una caja enorme de torta de bicarbonato, comprada esa misma semana en un antiguo puestecillo del callejón de la Plaza Mayor de Baza. Esa torta la íbamos comiendo por las tardes mientras veíamos Rex y dibujábamos flores a boli.

A veces, te llevaba a la despensa para guardar la torta y sacaba una tableta de chocolate negro Valor con almendras. Se partía una onza para ella y te ofrecía otra más dulce porque, claro, en ese momento el chocolate puro era demasiado amargo. Fue con los años cuando le cogí el gusto a ese sabor.

Nunca tocaba el gordo, pero ella siempre estaba feliz con los 20, 30 o 100 eurillos que caían. Después ponía la radio al lado del sofá de la derecha y sonaban villancicos flamencos, mientras hacía la cena de Nochebuena y la comida de ese día. Recuerdo un año de gurupina, o tal vez gachas… pero lo que recuerdo perfectamente es esa hogaza de pan: cruz en el centro, apoyada en su pecho mientras cortaba rodajas que repartía entre todos.

Ay, Mamen… Qué vacío dejaste cuando te fuiste. Fue entonces cuando entendí la importancia de una matriarca y el poder que tiene para unir a toda una familia. Todavía estoy intentando llenar ese vacío en Navidad, y creo que por eso estoy organizando esta boda de esta manera: uniendo a toda la familia, recreando c(olores), emociones y momentos, e intentando recuperar esa ilusión por la Navidad que tú desprendías, especialmente a los tres niños de la casa. Esa misma ilusión empezó a apagarse aquella Navidad en la que ya estabas malita.

Eres una de mis bases para la vida, Señora. Un ejemplo a seguir en muchas cosas. Aprender a tejer fue herencia aprendida tuya, aunque nunca me enseñaste de manera explícita; tal vez tejías mientras yo merendaba torta de bicarbonato hundida en un vaso de Colacao calentito. Menos mal que ponías plato debajo, porque si no… ¡vaya marranada!

Seguramente, haya muchos más guiños a tu recuerdo en la boda de los que nadie se pueda imaginar, incluso yo. Espero llegar algún día a ser al menos la mitad de lo que tú eras, porque vaya Señora.

Para quienes no conocisteis a Mamen, esta entrada os sonará a chino. Para quienes sí, sabréis perfectamente de quién hablo. Mamen era mi bisa materna, y tuve la suerte de conocerla a ella y a mis otras/os bisas, que asumieron ese rol de abuelas que marcó tanto mi infancia.

Esta boda tiene esta temática para honrar la ilusión de la Navidad, porque con los años entendí que esa ilusión no son los regalos de Papá Noel o los Reyes Magos. La verdadera ilusión la transmiten los adultos a los niños, y eso es lo que queda grabado para siempre.

El 14 de septiembre era su cumpleaños, y el 15 es el mío. Siempre lo celebrábamos juntas, de alguna manera (con churros con chocolate probablemente). Con el tiempo, decidí convertir ese día de nostalgia en alegría y celebrar el «feliz no cumpleaños»: una forma de despedir el año agradeciendo todo lo aprendido.

Por eso, hoy y siempre, la recuerdo con una sonrisa. Ni ella ni nadie merece que la recordemos con tristeza, sino con alegría. Y, como siempre hablo desde mi experiencia, no puedo ni debo hablar por Sergio, pero os aseguro que en la boda habrá guiños a todos los que nos ven desde arriba.

Feliz día, familia y amigos. Espero que la suerte os acompañe hoy, y si no os acompaña con dinero, al menos que lo haga con felicidad y con las gafas correctas para ver la vida más bonita.

Un abrazo enorme. 😊

Pd: Hoy Sergio vuelve a irse a grabar, esta vez a Papa Noel, mientras yo me iré a desenterrar una cápsula del tiempo que enterramos mis amigos y yo hace 10 años. Miedo me da si salen gusanitos jaja

2 respuestas

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